De las compras online realizadas hasta el momento, no recuerdo haber
obtenido información relativa a la persona destinada a efectuar la entrega del
pedido, aunque tampoco he sentido la necesidad de conocer aspectos como el
nombre, el sexo o la imagen de quien pica al timbre para realizar una labor con
la consideración de actividad esencial durante la pandemia pero que, en
realidad, tiene un escaso reconocimiento social. Al fin y al cabo, saber de
antemano la identidad del trabajador, no parece que contribuya a endulzar la
experiencia e incrementar la calidad del servicio prestado. Es lamentable y
repulsivo que, aprovechando la información facilitada por algunas plataformas
digitales sobre la identidad del repartidor que se va a presentar en el
domicilio, haya depredadores sexuales disfrazados de clientes que utilicen la
ocasión para acosar a unas trabajadoras en circunstancias de vulnerabilidad. Y,
además, cabe la posibilidad de que la víctima sea penalizada laboralmente por
tener una calificación digital negativa por parte del acosador, eso depende del
ánimo y el sentimiento de venganza ante la negativa a satisfacer unos servicios
indeseados y en ningún caso contratados. Aunque la superficie de la sombra
proyectada por la cultura machista disminuye con el progreso social, aún es
bastante compacta y extensa.
lunes, 12 de abril de 2021
La sombra proyectada
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