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Sin despreciar la petición de disculpas llevada a cabo por la
alcaldesa y diputada del Parlamento de Cataluña que, hace unos días,
recomendaba no hablar en castellano a aquellos ciudadanos que tengan un nombre
o unos rasgos físicos que delaten haber nacido fuera del territorio catalán,
considero que el mensaje leído en sede parlamentaria forma parte de un complejo
vitamínico apropiado para fortalecer el crecimiento de la discriminación y el
recelo social. En realidad, no parece ser una representante política que tenga
demasiadas posibilidades como candidata a un reconocimiento de ámbito nacional
o internacional por su labor en favor de la concordia; tampoco puede decirse
que esté acumulando méritos para ocupar un puesto de responsabilidad en materia
de promoción turística. Es difícil imaginar que la localidad donde esta señora
ostenta el cargo de primer edil llegue a ser un lugar de destino preferente
entre quienes hablan la lengua del demonio, tal como también ha expresado
recientemente una concursante de la Comunidad Valenciana en un programa de la
televisión pública al hacer referencia al español. ¿Cuál es la relación
existente entre un instrumento de comunicación como el idioma y la calidad de
las personas?