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El resultado de las últimas elecciones generales pone de manifiesto que
la ciudadanía ha optado por una ampliación de la representatividad democrática,
dejando un arco parlamentario más fragmentado y colorido de lo acostumbrado. La
diversidad parlamentaria no tendría por qué suponer un obstáculo para la
convivencia y el progreso social, ¿no son distintas notas musicales las que
forman un acorde? Ahora bien, para ello hay que creer y estar dispuesto a
participar con honestidad en el proyecto de mejora de la edificación del
bienestar colectivo; respetando las particularidades y la decoración que cada
cual desee tener dentro de su hogar, pero sin desatender los estatutos e
intereses comunitarios; dedicando mayor atención a lo que une que a lo que
separa; velando por el presente y futuro de cuestiones que, como la educación,
la sanidad, las pensiones, la precariedad o el acceso a la vivienda, son más
relevantes para la vida de la ciudadanía que los réditos partidistas.
Sin embargo, y en vista del panorama político del momento, no puede
decirse que exista un claro predominio de la sensatez y el interés general.