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Invitar a alguien a un programa de televisión para que exprese su
vivencia o parecer respecto a una materia concreta y cerrarle el micrófono de
manera inesperada a los pocos segundos de comenzar a hablar dando paso a la
publicidad o al titular de última hora, es una práctica que aunque no agrade
tampoco sorprende, pues ha pasado a formar parte de la normalidad. Y si
lo habitual y correcto hasta el momento era ofrecer de nuevo la palabra a
la persona interrumpida antes de la despedida y finalización del espacio
televisivo, ahora se corta el tema y si te he visto no me acuerdo. Parece
que la carrera de la inmediatez discurre a una velocidad arrolladora, sin
reparar en formalidades y emociones, compitiendo por la audiencia sin prestar
demasiada atención a la calidad informativa y a los daños colaterales dejados
en el recorrido.