domingo, 17 de diciembre de 2017

Un final no calculado

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Fueron pasando los meses, y la discreta cantidad de gatos  que solía rondar el lugar se ha multiplicado por  cinco o seis en  apenas dos años. Tienen sus refugios en los arbustos próximos a la puerta de entrada metálica de una pequeña parcela situada en la zona semi-urbana,  huecos hechos en la densa vegetación con unas cuantas tablas para mantener los espacios útiles y protegidos con plásticos que, en la medida de lo posible,  tratan de conservarlos secos y resguardados del viento.  Con   gran cariño y dedicación  regular, la señora fue alimentando y cuidando de los animales hasta dar lugar a una colonia que, llegado el caso de perder la atención proporcionada, es previsible que la población sufra una merma considerable debido a la falta de comida (muchos ejemplares para un territorio reducido)  y al incremento de lesiones y enfermedades con mayor presencia entre los gatos que viven en la calle. En ciertas cuestiones, un caudal excesivo de ternura y buena voluntad desemboca en un desastre no calculado ni contemplado.