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Con el nivel de conocimiento científico y técnico alcanzado por la especie
humana en la actualidad, hay asuntos que carecen de resquicios para el
paso de la controversia. Nadie cuestiona que la dureza del diamante es mayor
que la del calcio, no hay vacilaciones acerca de si el planeta tierra es
redondo o cuadrado, tampoco hay dudas en que la velocidad de la luz excede con
creces a la del sonido, ni se pone en entredicho que el poder de destrucción de
una bomba atómica es superior al de una flecha. En cambio, todavía existen
sótanos sociales donde las entradas del aire de la evolución y civilización
parecen estar prácticamente obturadas, impidiéndose con ello la renovación y
ventilación de ideas que resultan perjudiciales para la salud del
entendimiento, la convivencia y la paz mundial. Y, por lo acontecido,
existen más tratamientos en el mercado para eliminar el moho y la humedad de
las viviendas que planes educativos globales destinados a erradicar los
hongos nocivos de la xenofobia y la supremacía racial.