sábado, 6 de mayo de 2017

¡Cuánta distancia¡

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Tal como dicta el sentido común, parece improbable que a las víctimas de un fraude, asalto o robo se les pase por la cabeza  dejar la administración de sus bienes en manos del protagonista de la apropiación de lo ajeno. Sería toda una noticia que un joyero contratara como agente de seguridad y confiara la combinación de la caja fuerte al asaltante que le ha limpiado las estanterías. En cambio, la realidad señala que, cuando se trata de la gestión del dinero pagado por los  contribuyentes a las Administraciones vía impuestos, el nivel de reprobación y exigencia social ante el desfalco de las arcas públicas baja de manera considerable. Solo hace falta echar mano de la  repetida, desafortunada e incierta frase "todos son iguales y acaban haciendo lo mismo" para continuar haciendo uso de la aceitera  que aporta lubricante al mecanismo  de la deshonestidad política,  la erosión ética de las instituciones y la merma del desarrollo colectivo. ¡Cuánta distancia entre países de un mismo continente!