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Entrevistado por el periodista Jordi Évole en el programa de televisión Salvados,
el pianista inglés James Rhodes, violado con brutalidad desde los cinco hasta
los diez de edad por un profesor de gimnasia, con lesiones físicas
crónicas, episodios de internamiento psiquiátrico e intentos de suicidio habla
sobre su traumática experiencia sin recurrir a un solo miligramo de
analgésico, empleando un lenguaje directo, áspero, desgarrador,
descarnado. <>, decía en el espacio televisivo una mujer española que fue
violada en múltiples ocasiones por su entrenador cuando era niña y gimnasta de
alto rendimiento, un sentimiento que parece colonizar y asentarse de
manera permanente en muchas de las personas que vieron pisoteada la inocencia
sin respeto ni compasión alguna. Además de sufrir los abusos, cargar con la
pesada y dolorosa mochila de culpabilidad por el silencio mantenido.
Lamentablemente, mientras las víctimas contemplan en el espejo una imagen
carente de valor e incluso aborrecible, siendo rehenes de emociones
errantes y autodestructivas, buena parte de los agresores sexuales logran
cruzar con discreción la frontera que conduce al territorio de la prescripción
legal de tan despreciables delitos.