viernes, 9 de diciembre de 2016

El precio de la mentira

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Hace poco más de un mes, los medios de comunicación difundían una noticia sobre la detención de un hombre que, presuntamente, había llevado a cabo el  rapto de su expareja llegando a echarle pegamento en la vagina. Pasados unos días, la cuestión daba un giro de 180 grados al quedar en libertad el hombre y detenida la mujer,  pues al parecer todo había sido fruto de un secuestro simulado. Esta mañana, escuchaba en la radio que un padre confirmaba haber mentido y exagerado cuando solicitaba ayuda económica destinada a una hija con una enfermedad genética, llevando a la niña a curanderos en vez de ponerla en manos médicos en Estados Unidos. Siendo estas conductas reprobables y causantes de indignación,  no dejan de ser acciones aisladas, sin conexión o confabulación de asociaciones y colectivos, tal como sí  ha sucedido en el ámbito político e institucional, donde  las tramas de corrupción llegaron a brotar como las setas. Ahora bien,  si tanto la mujer que puso la denuncia falsa  como el progenitor que engañó a la ciudadanía han ocasionado un roto en su credibilidad difícil de remendar,   en política es compatible mentir y triunfar.