viernes, 8 de abril de 2016

¡Cuánta farsa!

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¿Preocupación por los ciudadanos que se levantan y acuestan con hambre? ¿Preocupación por los jóvenes obligados a abandonar los estudios debido a la imposibilidad económica de hacer frente a los costes económicos que ello genera (matrículas, desplazamientos, libros, fotocopias, equipos informáticos y conexión a Internet)? ¿Preocupación por las personas con dolencias que deben esperar durante meses a ser atendidas y diagnosticadas en los centros sanitarios? ¿Preocupación por los compatriotas que no pueden pagar los fármacos que precisan? ¿Preocupación ante la carencia institucional de recursos humanos y materiales destinados a mantener y mejorar el bienestar general de la ciudadanía? ¿Preocupación ante el crecimiento sostenido de la precariedad y la miseria? Noticias como la de los papeles de Panamá y otras muchas marcadas con la etiqueta de denominación de origen, en realidad revelan con nitidez que la exhibición de banderas y la exteriorización de muestras emocionales ante las mismas no son garantía de concienciación, solidaridad y compromiso con la gente y la nación a la que representan. ¡Cuánta farsa envuelta en patriotismo! A qué vertedero iría a parar aquella idea sugerida por el expresidente francés  al inicio de la crisis: hay que refundar el capitalismo.