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Y, ¿por qué el niño va a ser más feliz pescando en un barco de
recreo en altamar que si realiza esa misma actividad en el río? ¿Quién le
garantiza que no acabará con un mareo de mil demonios y deseando por encima de
todo volver a poner los pies en tierra firme? Se trata de incógnitas
surgidas tras escuchar en la radio un anuncio publicitario de la Lotería
Nacional donde una madre le dice a su hijo que, debido a un imprevisto, este
año no podrá pescar en el río porque lo hará desde un yate navegando en medio
del océano. Siendo evidente que el sueño de la embarcación pertenece a
los padres de la criatura, pues el chiquillo ya debía estar preparando la caña
y los aparejos para ir a la trucha durante las vacaciones, en realidad, lo llamativo
y, en mi opinión, preocupante desde una perspectiva social e
individual, es el mensaje subliminal de la publicidad, al establecer una
correlación entre la felicidad y la riqueza. Introducir en los menores el
deseo obsesivo y desproporcionado por las posesiones y la fortuna, parece
ser de lo más apropiado para continuar creando fango.