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La reacción instintiva de los animales
ante el avance y la proximidad de las llamas y los humos generados en un
incendio que arrasa su hábitat natural y representa una amenaza inminente para
la vida, es la de abandonar el lugar para ponerse a salvo del fuego y ubicarse
en nuevos enclaves donde satisfacer sus necesidades. De la misma manera, cuando
las personas están sometidas a situaciones de acoso y asfixia derivadas de
conflictos bélicos, de políticas intolerantes o de escasez de alimentos,
una respuesta natural es la de iniciar el movimiento tratando de alejarse
de la hostilidad y la miseria. La gente no suele tener el capricho
irrefrenable de abandonar un entorno de seguridad y confort con la
intención de tomar caminos en los que acecha el peligro, abunda el
desprecio y rezuma la incomprensión, la emigración en masa no es una fiesta
compartida. Si el conjunto de naciones pusiera mayor empeño en cultivar
paz, libertad, justicia social y sensibilidad medioambiental, serían menores las
preocupaciones y los esfuerzos dedicados a la instalación de muros y
alambradas, al incremento y sofisticación de los controles
fronterizos y a las repatriaciones.