sábado, 27 de junio de 2015

Cuestiones que retumban

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Llama la atención escuchar a personas con responsabilidades políticas e institucionales decir que la política debe prescindir de una compañía tan nefasta como la corrupción y que los cargos electos no están para servirse de la ciudadanía, sino y, contrariamente, para servir y trabajar en beneficio de ésta. Declaraciones de esta naturaleza tras casi cuatro décadas de democracia, denotan el alto grado de asimilación, connivencia y pusilanimidad social sedimentado en torno a las malas prácticas. Aun siendo mejor tarde que nunca, en realidad existen dudas razonables respecto a la capacidad de corrección y reeducación de quienes portan el virus de la deslealtad, desfachatez y codicia, pues la resistencia alcanzada por éste después de largos años de permanencia en el organismo es  muy elevada. 
Otra cuestión que retumba y contribuye a rasgar el tejido  de la ética social es la  adaptación de las normas a la  herrumbre moral generada en el entorno político,  la aplicación de una capa legislativa que ofrezca protección y validez a los comportamientos oscuros e indecentes. Así, cuando el desempeño simultáneo de actividades públicas y privadas es causa de exclamaciones y reproches, solo hay que buscar un vestido blanco y darle el visto bueno.