domingo, 7 de junio de 2015

No acabamos de entenderlo

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Es lo que me vino a la mente al leer una noticia acerca de las más de 300 familias chinas que, en la conmemoración del Día Internacional de la Infancia, decidieron llevar de excursión a sus niños a  una zona de residencias de lujo con la  intención de imbuirles el deseo de hacerse  ricos en el futuro, de animarles a situar la opulencia en la cresta de los objetivos personales.  Por otra parte, tampoco es que haya mucha diferencia con los programas televisivos dedicados a mostrar mansiones y bienes suntuosos, pues se trata de  la misma esencia presentada en envases  distintos. Con centenares de millones de personas en el planeta inmersas en una situación de pobreza extrema, con una globalización  desequilibrada  en la distribución de recursos y desarmonizada en cuestiones de convivencia,  con la comunidad científica  alertando respecto a los niveles existentes de contaminación y degradación del medio ambiente y con previsiones de un aumento progresivo de la demografía  y  una huella ecológica mundial insostenible, parece que hay obstinación en seguir con la venda en los ojos. Los viveros de desmesura e indiferencia  son una rémora  para lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio.