domingo, 10 de mayo de 2015

Opciones personales

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Hay argumentos de sobra justificados para criticar y oponerse a la corrupción, al  derroche de los bienes públicos, al clientelismo parasitario y estéril, a la explotación de las personas en cualquiera de sus vertientes o modalidades,  a la pobreza social en un entorno de abundancia, a la marginación y hostilidad racial o a la pederastia. En cambio, no acabo de encontrar razones ni refugio moral para juzgar y descalificar a los demás por su orientación sexual,  por decidir si vivir con la pareja dentro del  matrimonio o fuera de este, por sus gustos sexuales (obviamente, siempre que los mismos no supongan una violación de la voluntad y los derechos ajenos), por practicar la masturbación o por  utilizar métodos anticonceptivos al objeto de evitar enfermedades y embarazos no deseados. En  cuestiones relacionadas con las  libertades y opciones individuales (sin confundir con libertinaje), tal como corresponde a la esfera de la sexualidad,  ¿es apropiado introducir las narices? Y,  ¿qué beneficio social aporta la estimulación de las glándulas segregadoras de la intransigencia, el rechazo e incluso la hostilidad hacia las preferencias y vivencias ajenas circunscritas al terreno de la intimidad personal?  Las manchas de los prejuicios en el parabrisas pueden distorsionar y ofrecer una imagen sucia del paisaje.