jueves, 28 de mayo de 2015

Distancia democrática

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Días antes de celebrarse las elecciones en Reino Unido, escuche en la radio a una corresponsal de una emisora española explicando una práctica electoral  realizada por ciudadanos ingleses que, a decir verdad, no solo ignoraba, sino que nunca se me había pasado por la cabeza. Basados en la confianza, hay personas que establecen contacto con compatriotas de distritos electorales diferentes al objeto de canalizar hacia  otra región un voto que se presume ineficaz o perdido en el lugar donde residen; es decir, dos electores acuerdan introducir en las urnas de su colegio las papeletas de la formación política elegida por el contrario, estimando que de esa forma sus votos  tendrán más opciones de contribuir al triunfo de la opción  apoyada. Aquí, en cambio, las tácticas usadas al respecto difieren sensiblemente de las empleadas por aquellos, pues según revelan algunas de las noticias salidas en los medios de comunicación durante la presente campaña electoral en nuestro país, hay quien siente mayor inclinación por engañar,  comprar o birlar el voto de los conciudadanos. Y más vale no entrar a cotejar cuestiones relativas a la asunción de responsabilidades políticas, porque  el tema es  para deprimirse.