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Hace unos días, mi hija y esposa salieron
de una tienda de ropa un tanto sorprendidas por el desbarajuste que habían
visto, con prendas tiradas por el suelo de los vestuarios y depositadas en
perchas y estantes de cualquier manera. Parece como si la gente enloqueciera
durante las rebajas, sumida en una búsqueda frenética y sin miramientos
hacia el trabajo ajeno. ¿Tan difícil es volver a colocar la
ropa en el lugar del que fue cogida, facilitando así que el resto de clientes
puedan observar y tener al alcance los artículos existentes? ¿Qué necesidad hay
de multiplicar el tiempo y esfuerzo dedicado por los empleados a poner
las cosas en su sitio? Hay tendencia a ser exigentes y puntillosos con la
deferencia y el trato dispensado por los demás hacia uno mismo, olvidándose del
peso que tiene la reciprocidad en la convivencia. “No hagas lo que no
quieres que te hagan”, un sencillo principio poco seguido y respetado,
una regla básica y esencial para limpiar y dar brillo al entorno.