viernes, 20 de junio de 2014

Seriedad y mesura

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Al escuchar al locutor de televisión decir que “Brasil siempre es una fiesta”,   me pregunté si estaría hablando del país en el que, aun habiéndose implementado políticas sociales que han contribuido a reducir de manera significativa los índices de pobreza en los últimos años (unos 27 millones de personas han salido de una situación de precariedad y exclusión), se estima que unos 14 millones de brasileños pasan hambre, la desigualdad entre ricos y pobres es de las más pronunciadas del planeta y la esclavitud continúa secuestrando de manera irregular la vida de miles de ciudadanos (algo más de 41.451 trabajadores fueron liberados entre 1995 y 2011). Y, por otro lado, se hace extraño no enterarse o confundir las numerosas manifestaciones y protestas ciudadanas con concentraciones de samba y cachondeo.   ¿Se ajustaría a la realidad declarar que  la alegría inunda las calles de España, tal como sucede con los carteles luminosos en la ciudad de Las Vegas?  Aunque la magia del fútbol tenga la capacidad de emocionar, distraer y seducir al personal, no puede transformar la acidez del limón en la dulzura del azúcar.  En ocasiones,  la frivolidad que recorre las ondas produce vergüenza ajena.