martes, 1 de abril de 2014

El ciclo de la vida

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Viendo lo sucedido en los últimos tiempos en el entorno político (y no solo en el nacional), quizás sea conveniente realizar una medición del nivel de ruido e iluminación existente en los lugares de trabajo de quienes representan a la ciudadanía, pues, aunque la sordera y la merma de la vista no son  enfermedades profesionales causadas por el desarrollo de la actividad política,  da la impresión de que la pérdida de audición y visión son  lesiones  que están afectando a un número considerable de gobernantes y políticos. Oídos incapaces de captar, escuchar y entender la voz de la población, ojos que no ven la situación padecida en millones de hogares.  Y  aun siendo ello un problema de salud social indeseable y evitable en buena medida,  parece haber  personal  empeñado en ignorarlo, disimularlo  o  despreciarlo.  Dado que el ciclo de la vida (nacer, crecer, desarrollarse y morir) no es un asunto ajeno a las formaciones políticas, obviar la gravedad del riesgo asumido al mantener una larga e intensa exposición a la  toxicidad emanada de los lodos de la deshonestidad  y la usura, es una forma de favorecer el desgaste y el debilitamiento,  una manera de precipitar el tránsito hacia el tanatorio y el olvido.