sábado, 23 de enero de 2010

Muchas empresas siguen repitiendo esquemas rancios

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“A usted no se le paga por pensar” y “hay que atar la burra donde manda el amo” son frases que, básicamente, están circunscritas al ámbito laboral, donde la autoridad jerárquica puede ser ejercida con desdén e ignorancia y la frontera de las competencias ser infranqueable.
Desgraciadamente, aún existe un elevado número de empresas en las que ciertos aspectos de la organización del trabajo como, por ejemplo, el estilo de mando, la promoción profesional, la participación o la iniciativa distan mucho de lo que es un funcionamiento democrático y optan por reproducir rancios limitadores esquemas. ¿Acaso pueden ser productivas y competitivas a medio o largo plazo las compañías que infravaloran y cercenan las capacidades de sus plantillas e, incluso, penalizan a las personas que, bajo el ánimo o propósito de mejorar los procesos, realizan críticas o propuestas constructivas?
Es improbable que el esfuerzo invertido por una empresa en investigación o innovación tecnológica pueda arrojar resultados satisfactorios si se desprecia, desaprovecha o ahoga el compromiso, el talento y las inquietudes profesionales de todos los trabajadores.