Si nos atenemos a los informes de Naciones Unidas sobre la calidad de vida y la evolución de la población mundial, puede apreciarse que países en desarrollo y ubicados en la cola del progreso continuarán encabezando los índices de natalidad e, implícitamente, el número de habitantes experimentará un incremento cercano al 50% en su conjunto.
Paralelamente, las naciones más prosperas tienden a envejecer y perder población, y serán necesarios millones de personas inmigrantes para mantener un crecimiento equilibrado. Sin embargo, las cifras previstas no quedan compensadas, pues la suma de personas nacidas en zonas sumidas en la dificultad será muy superior a la que reciban los territorios con mayor prosperidad.
Entonces, y considerando la dinámica política, económica, social y climática, puede extraerse una conclusión muy básica: existirán más millones de ciudadanos desprotegidos y víctimas de la pobreza y, por tanto, los movimientos migratorios serán imparables. Para prevenir los conflictos o desencuentros sociales de origen cultural o racial es necesario comenzar a educar y concienciar a la población del inevitable y progresivo aumento de la diversidad étnica de nuestra sociedad. Para combatir la extensión de la miseria es imprescindible una mayor distribución de la riqueza. ¿Sencillo, complejo?
