martes, 10 de febrero de 2009

Salud democrática

La Vanguardia>>Opinión>>edición impresa

Obviando la natural decepción y preocupación que produce la deslealtad, la inmoralidad y la posible pérdida de confianza manifestada a través de las urnas, cuesta entender (¿desde una ingenua honradez?) la insatisfacción generada en los partidos políticos cuando salen a la luz casos de corrupción vinculados a sus siglas.
Que los mecanismos y aparatos del Estado -financiados con el dinero de todos- cumpliendo con las funciones y competencias para los que han sido creados detecten, anulen y sancionen las irregularidades cometidas desde el ejercicio y la esfera del poder, es un síntoma de salud democrática y no puede ser más que motivo de alegría y confianza para "todos" los ciudadanos.Precisamente, la cultivada y tóxica imagen que asocia la corrupción y el enriquecimiento con la política es el nutriente principal para una buena cosecha de desafecto entre el pueblo y la política, y la historia nos indica que no conduce a nada bueno.