No es de extrañar que un animal encerrado tenga problemas para tomar la salida de la jaula
donde transcurre su vida, pues la puerta abierta da paso a un espacio amplio y
desconocido. Pero no es una reacción exclusiva de los animales, también las
personas pueden percibir desconcierto e
inseguridad al situarse ante la puerta que conduce a la plaza de la diversidad, llegando a
sentir desasosiego, desconfianza y desprecio hacia quienes piensan, sienten y
viven de manera diferente. Por ello, y a fin de procurar un ambiente con un
menor nivel de intolerancia y polarización social, no estaría mal fomentar una
educación que contribuya a la disminución
de los barrotes que dificultan y enturbian la convivencia.