Cuando días atrás, escuché la noticia de que se había realizado con
éxito el primer trasplante de un corazón de cerdo a un paciente estadounidense
con una enfermedad cardiaca, me pregunté si desde el veganismo más radical se
aceptaría la recepción de un órgano procedente de animales criados y
modificados genéticamente para curar enfermedades y salvar la vida de personas
con graves problemas de salud. Ante circunstancias personales extremas, es
posible que la flexibilidad gane terreno frente a la rigidez ideológica.
De otra parte, cuesta entender la descalificación y el rechazo activo
hacia el consumo de carne y pescado cuando, así mismo, se participa en la
explotación y el sacrificio de animales destinados a la elaboración de comida
para gatos y perros, pues la tenencia de una mascota no es una necesidad vital
para el ser humano. Sin embargo, parece que son muchas las cuestiones
susceptibles de ser adaptadas o elaboradas a la carta.