Siendo un niño, buena parte de los mecheros de bolsillo utilizados
para encender los cigarrillos consistían en una mecha de combustión lenta con varios
centímetros de longitud que prendía mediante una sucesión de chispas originadas
de manera manual, siendo la misma remplazada tras consumirse casi en su
totalidad. Asimismo, pero algo más sofisticados, estaban los encendedores de
gasolina, los cuales estaban dotados de un pequeño depósito recargable en el
que había algodón empapado de este combustible y que, también a través de la
producción de chispas obtenidas por la fricción de una piedra con una rueda dentada,
daba lugar a una llama estable de la pequeña mecha instalada en un extremo del
mencionado depósito. Y con el paso de los años, llegó la revolución de los
encendedores de gas con depósitos recargables, más cómodos y limpios que los
anteriores y que, tras distintos cambios e innovaciones, son los que continúan
usándose a día de hoy. Sin embargo, en la actualidad abundan los mecheros de
usar y tirar; es decir, sin posibilidad de más carga que la realizada en
fábrica y, en muchos casos, teniendo que ser arrojados a la basura con la mitad
del combustible debido al desgaste de la piedra que produce la chispa.
Un sistema que relaciona el despilfarro de materias primas y de
energía con un entorno de modernidad y progreso, no parece ser el más adecuado para
la conservación de los ecosistemas y la vida en el planeta.