La acumulación de vacunas COVID-19 y el rechazo a las mismas por parte de muchos ciudadanos, parece estar llevando a las autoridades y empresas de distintos lugares de Estados Unidos a impulsar medidas singulares que sirvan de incentivo para incrementar el porcentaje de población vacunada, tal como sortear vehículos y premios en metálico, regalar vales de consumo para canjear en centros comerciales u ofrecer cerveza, hamburguesas y patatas fritas gratis.
Llama
la atención que pueda tenerse interés en mantener hábitos de vida saludables,
en comprar un vehículo dotado con los últimos sistemas de seguridad, en poseer
armas de fuego como método de defensa ante posibles agresiones o en instalar elementos
de detección y alarma de gases e incendios en el hogar, y a la vez renunciar a
la administración de un avance científico que está combatiendo con gran éxito a
un enemigo invisible que ha causado ya cerca de 600.000 muertes a lo largo y
ancho de la nación.
Si se estima que uno de cada tres estadounidenses desconfía
de la eficacia e incluso de la verdadera intención de las vacunas, si en una
potencia en investigación y desarrollo tecnológico hay tantos millones de
personas que recelan de un remedio aprobado por la mayoría de la comunidad científica y médica, es que algo parece
fallar a nivel educativo e informativo.