Hace un par de días, escuche decir a unos tertulianos en un programa de televisión que una característica común entre quienes viven de la política es la mediocridad, dado que las personas brillantes en el ámbito profesional desempeñan actividades en el sector privado ganando más dinero. Por supuesto que hay políticos cuyas cualidades intelectuales y nociones técnicas se quedan cortas para el ejercicio del cargo, pero como también sucede en otros trabajos, pues son distintos los factores que sirven de puente haciendo innecesaria la acreditación de un nivel de capacidad y mérito acorde al puesto ocupado. Aunque se trate de una idea bastante extendida, no parece que la ambición económica sea el mejor y más fiable combustible para el motor de la iniciativa, el compromiso, la dedicación y la excelencia.