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La vendedora que atendía la caja abierta de la tienda se dirigió hasta en
tres ocasiones a la mujer situada al principio de la cola para que avanzara hacia
la misma y así poder efectuar el cobro de la compra, pero esta permanecía
absorta en el teléfono móvil ajena a cualquier otra cuestión. Ante semejante
distracción, y teniendo presente que había unas cuantas personas esperando
detrás de esta clienta, la empleada invitó a pasar al siguiente de la cola,
motivo que provocó la vuelta repentina a la realidad de quien hasta entonces estaba
a lo suyo. Y como si hubiera sido víctima
de una discriminación o falta de profesionalidad inaceptable, manifiesta su
indignación recriminando con cierta insistencia la iniciativa de la
trabajadora. ¿Es razonable pasar de los demás y exigir que los demás renuncien
a sus derechos para satisfacer nuestros particulares intereses?