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El pasado 29 de julio, la práctica totalidad de los medios de
comunicación informaban que la humanidad había agotado los recursos naturales
del planeta correspondientes al 2019, es decir, la sobrexplotación global
agotaba en siete meses los frutos disponibles para todo el año. Un déficit
ecológico que, hace tres décadas, tenía lugar a mediados de octubre, y cuya
factura repercutirá en mayor medida en las próximas generaciones.
Y en relación a los excesos, qué decir de la asfixia económica a la que
están sometidos cada vez más ciudadanos en nuestro país como consecuencia del
elevado precio de la vivienda en alquiler, con un incremento del 50% en los
cinco últimos años. Un problema destacable de las sociedades instaladas en la
cultura del consumo desaforado y el sálvese quien pueda, es que el interés
general queda relegado a un segundo o tercer plano.