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Hace un par de semanas, centenares de médicos y científicos de
distintas disciplinas escribían una carta abierta a la ministra de Sanidad
donde manifestaban la preocupación y el malestar sentido por el enorme daño
que, en su opinión, está causando la pseudociencia en pacientes que abandonan
los tratamientos médicos basados en la evidencia científica tras
depositar la confianza en asesoramientos erróneos, imprudentes o
fraudulentos.
¿Despertará un día la población escuchando que miles de concejales,
alcaldes, diputados y senadores de todos los colores han suscrito un
manifiesto público denunciando los graves perjuicios directos y colaterales
originados a millones de ciudadanos por la práctica de la
“pseudopolítica”? Contemplado desde la perspectiva del bienestar común, la
realidad es que el informe presentado en días pasados por Cáritas bajo el
título Economía y personas arroja cifras de pobreza generadoras de algo
más que sonrojo, cifras que revelan las perniciosas consecuencias cosechadas en
buena medida a la puesta en práctica de terapias “pseudopolíticas” basadas en
los principios activos de la deslealtad y la indecencia.