lunes, 22 de octubre de 2018

Enormes dificultades

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Reconocimientos como el Premio Nobel de la Paz y el Premio Princesa de Asturias de la Concordia destacan, desde los años 1901 y 1986 respectivamente, la contribución de personas e instituciones en favor de la fraternidad entre los países, la erradicación o disminución de los ejércitos, el entendimiento y la convivencia en paz de los pueblos, la libertad y el respeto a los derechos humanos o el progreso y el bienestar de la ciudadanía. Sin embargo, parece ser que la elevada densidad ética de los valores premiados a lo largo del tiempo tiene enormes dificultades para penetrar y fluir por la superficie prefabricada de la codicia, la crueldad, la intolerancia, el enfrentamiento, la desigualdad y la indiferencia. Y, por desgracia, la realidad global no invita precisamente al optimismo.