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Hace casi ocho años, escribí un correo al equipo del programa de una
emisora de la radio pública para expresar que consideraba
desacertada la relación directa y exclusiva establecida esa mañana entre los
gitanos y el robo masivo de cobre, pues aun tratándose de una sección dedicada
al humor, era una asociación que contribuía muy poco a la creación de un
espacio de confianza e integración social, y más en un momento donde las
estadísticas situaban a las personas de etnia gitana en el pódium del rechazo popular.
Ahora bien, ello no implicaba el deseo de castigo, censura o decapitación de un breve espacio radiofónico donde se procuraba hacer sonreír a los oyentes, sino que era una observación crítica hacia lo que, a mi juicio, podría obtener el calificativo de humor cutre y estigmatizador.
En casos de este tipo, como el polémico suceso del humorista gallego denunciado por la Asociación Sociedad Gitana, pienso que es menos efectivo capar o prohibir que dejar de consumir. ¿Hay que cortar las alas de la libertad artística o permitir que se estrelle con su vuelo errático y de mal gusto?
Ahora bien, ello no implicaba el deseo de castigo, censura o decapitación de un breve espacio radiofónico donde se procuraba hacer sonreír a los oyentes, sino que era una observación crítica hacia lo que, a mi juicio, podría obtener el calificativo de humor cutre y estigmatizador.
En casos de este tipo, como el polémico suceso del humorista gallego denunciado por la Asociación Sociedad Gitana, pienso que es menos efectivo capar o prohibir que dejar de consumir. ¿Hay que cortar las alas de la libertad artística o permitir que se estrelle con su vuelo errático y de mal gusto?