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Leyendo los comentarios expuestos por los lectores en un diario
digital al hilo de una noticia que se hacía eco de la denuncia pública
hecha por una mujer que afirma haber sido objeto de acoso sexual por parte de
un famoso actor hace tres décadas, me sorprendió una opinión que apuntaba hacia
el instinto natural de reproducción de la especie como factor nuclear del
hostigamiento de carácter sexual del que son víctimas de forma mayoritaria las
mujeres. Posicionamiento este que, a mi entender, pretende disculpar el
abuso y la falta de respeto despreciando el papel de la educación para situarla
en el rincón de lo inútil e improductivo. Hacer referencia a la procreación
y continuidad de la especie para avalar el atropello es
injustificable, algo que no cuela, pues no todos los hombres entienden la
sexualidad desde la imposición y el sometimiento, sino desde el disfrute
voluntario y compartido. A qué responden los comportamientos abusivos
denunciados en las últimas semanas en el sector del cine, ¿a la
inclinación primitiva, irrefrenable y obsesiva por mantener la continuidad de
la especie o a la arbitrariedad derivada de la relación de poder?