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Se echan en el recipiente 750 mililitros de fraude electoral, 250
mililitros de desfachatez, 75 gramos de mentiras, 150 gramos de
corrupción, 300 gramos de defraudación fiscal y cinco cucharadas
soperas de nepotismo. Después, se pone a cocer a fuego lento revolviendo con
suavidad hasta obtener una pasta fluida, y por último se sirve colocando
una ramita de perejil en la superficie. No hay que olvidar que la presentación
es muy importante. El resultado es un plato con buena apariencia pero de
efectos corrosivos, pues ocasiona daños de consideración en el bienestar
común, produce desequilibrios sociales crónicos y dolorosos, genera
desafección política e institucional y contribuye a disolver la cohesión y convivencia.
Es asombroso que los cocineros estén sorprendidos por el desconcierto, rechazo
y malestar ciudadano manifestado en los últimos tiempos ante una receta
que deteriora de manera progresiva la salud social y calidad de vida de
las poblaciones.