miércoles, 8 de junio de 2016

Cantidad, calidad y hechos

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Aun sin albergar dudas respecto al valor y la importancia que tienen los debates preelectorales, da la impresión de que las expectativas depositadas en torno a los mismos están sobredimensionadas. Por un lado, en buena medida suelen ser formatos que discurren en ausencia de la incomodidad generada por ciudadanos y periodistas al preguntar y poner sobre la mesa cuestiones con aristas, exentas del confort que ofrecen los revestimientos a base de material viscoelástico; y por otro, tienden a adoptar predecibles posiciones de enroques y ataques partidistas que guardan escasa relación con la solución de las materias que dificultan la vida de un caudal creciente de ciudadanos. Sería estupendo que el crecimiento del Estado de Bienestar fuera directamente proporcional al número de debates televisivos celebrados entre líderes y candidatos políticos durante las campañas electorales, pero  la realidad constata que la desigualdad y precariedad social también está al alza en naciones donde estos actos son una práctica habitual desde hace décadas. No sobran debates, aunque parece que debería concederse  mayor relevancia  a lo cuantitativo que a lo cualitativo y, cómo no, que las palabras y promesas no tomen una dirección divergente o contraria a la de los hechos.