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Hablar en favor del consumo racional, de la reutilización y el
reciclaje, del control y la eficiencia del gasto público o de la
ejemplaridad y ética de quienes desempeñan cargos políticos e
institucionales, es algo que viste muy bien y está de moda. Sin embargo,
las palabras parecen quedar huecas y desnudas cuando, a continuación, se
reprueba y critica que, por ejemplo, haya personalidades que utilizan el mismo
vestido en distintos actos de carácter público. ¡Cuánta confusión y
postureo! Creo no equivocarme si digo que a la mayor parte de la población le
preocupa bastante menos la indumentaria y el estilismo de los gobernantes
que sus ideas, conductas y acciones, pues no es el glamour y la suntuosidad de
los representantes lo que favorece el desarrollo social y aporta
bienestar a los representados. En la política, lo valioso e interesante no se
encuentra en el embalaje, sino en el contenido. Por otra parte, si armario del
dirigente está a rebosar y el del ciudadano se encuentra prácticamente
vacío, el retrato robot de la sociedad arroja una imagen poco atractiva.