jueves, 9 de enero de 2014

Cerrar el candado y arrojar la llave

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La primera vez que vi candados puestos en las barandillas de un puente me quedé un tanto despistado, desconocía que las muestras y compromisos de amor hubieran cambiado los lienzos de los troncos de los árboles (en los que se grababan corazones atravesados por flechas) por las barandas de los viaductos y pasarelas, pero, como es natural, los años pasan y las formas cambian.
Sin ser nostálgico del pasado ni defensor de las viejas tradiciones, la verdad, no acabo de captar que un utensilio destinado a cerrar, limitar y guardar dominios y posesiones sea el objeto apropiado para expresar o simbolizar el amor. Desgraciadamente, abundan los casos de personas que interpretan de manera equivocada lo del cierre del candado, incluso llegando a matar a sus parejas cuando estas tratan de usar la llave que les permita salir de una morada cargada de desengaño, infelicidad o maltrato. Unidos por voluntad y deseo, no por presión y miedo.