lunes, 21 de enero de 2013

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Al escuchar el eslogan publicitario Lo importante no es que vengas, es que vuelvas, introducido durante una pausa radiofónica realizada en el transcurso de una tertulia que abordaba el sonado escándalo de corrupción que esa mañana estaba presente en buena parte de las ondas y diarios, me dije: la filosofía del eslogan es la contraria a la que parecen seguir o entender ciertas formaciones políticas. Porque, cómo dar explicación al silencio, la inacción y la tolerancia mostrada desde los partidos ante los intensos olores a putrefacción y deshonestidad generados en su interior.
Aunque la elasticidad de la simpatía, confianza o inocencia de los electores es bastante mayor que el de muchos materiales, también está sometida a unos límites que, una vez sobrepasados, pueden tener efectos notables en las urnas, así como en la estabilidad y proyección de los grupos políticos; también, y aún peor, en las instituciones democráticas. Resistirse a la aplicación de un tratamiento de desinfección, desparasitación e higiene ética, acaba teniendo consecuencias.
Con lo ya sabido y lo pendiente de conocer, ¿qué autoridad moral tienen ciertos cargos y representantes públicos para pedir colaboración y esfuerzos a la ciudadanía?