lunes, 28 de febrero de 2011

Ojos que no ven, corazón que no siente

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Con la finalidad de evitar fraudes o lesiones a los consumidores, gran parte de los productos puestos a la venta deben cumplir con los estándares mínimos de calidad y seguridad exigidos por las leyes del territorio donde se comercializan, pudiendo ser tales requisitos de ámbito local, autonómico, nacional o internacional; y, asimismo, en muchos casos deben proporcionar información acerca de múltiples características de la mercancía como puede ser su composición, consumo energético o mantenimiento. Sin embargo, algo que por el momento no parece estar en la agenda electrónica de las preocupaciones gubernamentales y sociales (salvo excepciones minoritarias como las tiendas de comercio justo), son las condiciones bajo las que las personas elaboran los artículos, pues nada se sabe ni se pregunta sobre si fueron niños en régimen de esclavitud, si los salarios tienen relación alguna con el beneficio que producen o si el trabajo produce graves daños en la salud de quienes lo realizan. O sea, ojos que no ven, corazón que no siente.
Aunque sea una paradoja, uno parece tener más derechos cuando ejerce de consumidor que de ciudadano.