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Después de la enorme cantidad de personas muertas y enfermas, así como
de los cuantiosos perjuicios económicos y sociales que está causando la
pandemia de COVID-19, cuesta entender la dejadez, descoordinación, ineficacia y
resistencia individual e institucional mostrada ante una situación que precisa
de una actitud colaborativa y responsable del conjunto de la sociedad. Hemos
vivido un severo trimestre de confinamiento, y tras unas pocas semanas de
libertad de movimientos vuelve el descontrol. Cuanto más tardemos en comprender
la necesidad de mantener comportamientos que dificulten y resten las
posibilidades de contagio, más duraderas y profundas van a ser las heridas
causadas por un virus que se multiplica cuando cuenta con la alianza de la
irresponsabilidad.