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Incomprensión, tristeza y preocupación son términos que podrían
definir el transitorio estado emocional en el que uno puede quedar después de
leer determinados mensajes volcados en Twitter. Da pena contemplar el elevado
grado de toxicidad alcanzado por los productos desprendidos en la combustión
súbita o programada de la inquina, una contaminación que circula con fluidez
por la red social en forma de amenazas, injurias y deseos de padecimiento hacia
otras personas por el hecho de no compartir el modo de entender, sentir y vivir
la vida. Una mano agita enérgicamente la bandera de la libertad y la otra
sujeta con firmeza el martillo que golpea la diferencia.