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Viviendo en un mundo cada vez más digitalizado, es normal que los
políticos tengan mayor presencia en los medios de comunicación que los
dirigentes de generaciones anteriores; lo raro y supongo que, contraproducente
para sumar voto en las urnas, sería mantenerse al margen de los micrófonos, las
cámaras y los teclados. Aunque sería fabuloso que existiera una
proporcionalidad directa entre las horas de presencia mediática de los
dirigentes políticos y el bienestar de la ciudadanía, parece que ser ello no es
así, y basta con ver que la desigualdad y precariedad social ha sufrido un
incremento considerable conforme iba en aumento la exposición de los
representantes públicos en radios, televisiones y redes sociales. La
comunicación es importante, pero la confianza y valoración de la clase política
por parte de la población guarda mayor correspondencia con las medidas reales
dirigidas al progreso colectivo que con las declaraciones y mensajes de textos
destinados al autobombo, la propaganda partidista, la tergiversación y la
descalificación continua y desproporcionada del adversario.