La Verdad>Opinión>cartas del lector
La Nueva España>Opinión>cartas del lector
El Comercio>Opinión>cartas del lector
La Opinión A Coruña>Opinión>cartas del lector
El Comercio>Opinión>cartas del lector
La Opinión A Coruña>Opinión>cartas del lector
Siendo niño, nunca me gusto la pregunta de a quién quería más, si a mi
madre o a mi padre. ¿Por qué tenía que inclinarme hacia un lado de la balanza y
optar por una situación de desequilibrio sentimental incómoda e indeseada? Y
tengo la sensación de que algo parecido pueda estar sucediendo en buena parte
de la ciudadanía de Cataluña, al verse ante el planteamiento político de
escoger entre la independencia o la continuidad dentro del Estado español. Si
el divorcio civilizado de los progenitores tiende a ocasionar desajustes
emocionales en los hijos, la intención de efectuar una separación territorial donde
abundan las zancadillas, descalificaciones y aspavientos, ¿conduce a la
población a un estado anímico y social de satisfacción y plenitud? Ojalá sea
posible el regreso de la sensatez y la recomposición de los lazos de
convivencia y fraternidad deteriorados por el óxido de la conflictividad,
aunque todo indica que para ello va a ser necesario un cambio sustancial en las
posiciones mantenidas hasta el momento por los protagonistas del desaguisado.