"¡Por favor!, cómo se atreve usted a usarme como elemento de
camuflaje. No deseo colaborar en un engaño colectivo, es algo que va contra mis principios",
podría decirle la palabra honestidad a esa persona que, poco después introducir
la mano en la caja de los contribuyentes, sale ante las cámaras de televisión
poniéndose como ejemplo de integridad política. "Me indigna que me
nombre como si fuese una compañera inseparable cuando, en realidad, su estilo de
vida consiste en abrirse paso a codazos y zancadillas", podría
manifestar el término justicia a quien presume de trabajar sin descanso a favor
de la prosperidad social. "Debería caérsele la cara de vergüenza al situarme
como plataforma de ascenso, pues los
factores que le han permitido alcanzar el cargo son ajenos a mi esencia o
significado", podría puntualizar
la expresión mérito al ser violada por un soldado del nepotismo. Y si de un día
para otro, ¿las palabras tuvieran la facultad de protestar y hacerse oír públicamente
al ser objeto de fraude, agravio o prostitución?