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“Detesto lo que
dices, pero pondría en juego la vida por defender tu derecho a decirlo”, es la posición que,
parece ser, fue manifestada por un ilustre intelectual francés del siglo XVIII.
Una opinión sobre la libertad de expresión que me vino al recuerdo al leer la
denuncia efectuada por una mujer catalana descendiente de africanos, al ser objeto
en Youtubede un nefando ataque verbal por parte de un usurario que escribió un
comentario de carácter racista aderezado con descalificaciones e insultos
directos hacia su persona. ¿Dónde situar el límite del derecho a expresar una
idea o sentimiento? Aun sin compartir las expresiones vertidas por quien rezuma
un elevado volumen de animadversión
hacia las personas negras, creo que una cosa es el derecho a, por ejemplo,
mostrar rechazo o disconformidad hacia
la convivencia y diversidad étnica, y otra atentar contra la integridad y el
honor personal dirigiendo dardos
punzantes infectados de injurias y falacias. Si, quien mucho abarca poco
aprieta, ¿qué nivel de razonamiento y argumentación tiene quien abusa y se
regocija nadando en las aguas del vituperio?