martes, 15 de marzo de 2016

Dardos infectados

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“Detesto lo que dices, pero pondría en juego la vida por defender  tu derecho a decirlo”, es la posición que, parece ser, fue manifestada por un ilustre intelectual francés del siglo XVIII. Una opinión sobre la libertad de expresión que me vino al recuerdo al leer la denuncia efectuada por una mujer catalana descendiente de africanos, al ser objeto en Youtubede un nefando ataque verbal por parte de un usurario que escribió un comentario de carácter racista aderezado con descalificaciones e insultos directos hacia su persona. ¿Dónde situar el límite del derecho a expresar una idea o sentimiento? Aun sin compartir las expresiones vertidas por quien rezuma un elevado  volumen de animadversión hacia las personas negras, creo que una cosa es el derecho a, por ejemplo, mostrar rechazo o disconformidad  hacia la convivencia y diversidad étnica, y otra atentar contra la integridad y el honor personal dirigiendo  dardos punzantes infectados de injurias y falacias. Si, quien mucho abarca poco aprieta, ¿qué nivel de razonamiento y argumentación tiene quien abusa y se regocija nadando en las aguas del vituperio?