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En la barra del bar, en el
comedor del trabajo o en la reunión familiar de Nochebuena, las conversaciones
y debates pueden girar en torno a los fichajes estrella de los clubs de fútbol y
al lugar ocupado por estos en ligas o torneos, estar centrados en la vida
privada de personas famosas que la ponen en venta, versar acerca de las
tretas puestas en práctica en las carreras de MotoGP o sobre programas
televisivos de cotilleos y dentelladas. En cambio, adentrarse en el
terreno de la política parece ser algo inapropiado, imprudente o arriesgado,
pues es un campo prácticamente circunscrito y reservado a quienes se
implican de manera directa y activa en el mismo. ¿Debería considerarse como
tara o anomalía social que una materia determinante en la configuración de la
sociedad y de gran incidencia en la vida de la población, permanezca
distante como las nubes? Temas de baja o nula influencia en el día a día
de los ciudadanos gozan de la facultad de la omnipresencia, y cuestiones de
peso parecen pasar como las estrellas fugaces. La política, ¿una
asignatura pendiente?