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La crisis en forma de deflagración generada por la expansión del
coronavirus ha dado lugar a un escenario socioeconómico que, tal como repiten
las autoridades sanitarias y políticas, requiere de la concienciación y
rigurosa colaboración de la ciudadanía en su conjunto, pues no se trata de
estar a favor o en contra de prohibir el botellón en los espacios públicos o el
toples en las playas, sino de una emergencia nacional con efectos
desestabilizadores, letales y ruinosos. Y si este escenario de incertidumbres,
limitaciones y perjuicios precisa de respuestas basadas en la coordinación y
unidad de acción, sería incomprensible que desde la clase política no se
ofreciera y proyectara una imagen con la “altura de miras” que se demanda a la
población. Es momento de aparcar las disputas por el voto y concentrarse los
esfuerzos en la lucha contra un enemigo invisible que avanza con rapidez sin
tener en cuenta aspectos como las ideas políticas y religiosas, el estatus, el
idioma, la raza o el sexo de las personas.