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Teniendo presente lo sucedido en el pueblo asturiano Soto de Cangas,
donde un gallinero ha sido clausurado con motivo de la denuncia realizada por
el responsable de un hotel rural debido al incívico comportamiento de sus
gallos al amanecer (cantan un día sí y otro también alterando el sueño de
algunos clientes que huyen del alboroto urbano buscando un entorno de paz
y relajación), quizás convenga llevar a estas aves a un curso de educación y
buenos modales. ¿Cómo se les ocurre dejarse llevar por el instinto animal
distorsionando el descanso de los enamorados de la naturaleza? Un poco
más de respeto y empatía, por favor.
¿Habrá que ir pensando en la sustitución de estos animales por robots
con el canto programado para horas prudentes, en la instalación de ambientadores
en los establos y en otras muchas medidas destinadas a evitar que la esencia de
la naturaleza pueda desagradar o molestar al visitante?